domingo, 23 de agosto de 2009


-… Despertar y abrir la ventana con las montañas rocosas de British Columbia totalmente blancas junto al lago Louis de fondo. Notar cómo se me enfría la nariz de estar tanto rato quieto admirando el gran árbol del Rockefeller Center de un New York en pleno invierno, rodeado de decenas de brillantes miradas, como la mía, de niños que piden sus deseos. Pisar la blanca arena de playa Bávaro en Punta Cana. Despertar mi lado curioso mientras paseo con las manos en los bolsillos de mi viejo abrigo entre el mercadillo de Camden, en uno más de los grises días londinenses. Disfrutar de cada paso que doy por el Ganla Stan de Estocolmo. Hacer el típico paseo en góndola entre los canales de Venecia. Ver como cada vez se hace más intenso el rojo del atardecer de la Pampa argentina, sin ser consciente del tiempo que paso admirándolo. Cenar con la brillante torre Eiffel de fondo, en el mirador del Jules Verne en tu compañía…

- ¿Y por la noche?

- ... Por la noche… en las estrellas.

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