sábado, 20 de marzo de 2010

Meto el penúltimo y nos vamos

Me encanta el baloncesto. Para mí es de esas cosas que las empiezas a echar en falta cuando no las tienes. Desde que empecé a dar los primeros botes a un balón sabía que este deporte y yo no nos ibamos a separar en mucho tiempo, y por ahora así está siendo.
Y no importa cuantas lesiones puedas tener... dan igual esos esguinces de tobillo, esa pequeña luxación de hombro o esas lesiones en los dedos, incluso da igual que tu rodilla te diera un par de avisos de algo grave... porque al final siempre vuelves. Vuelvo porque... bueno, es dificil de explicar, si no has jugado... es tremendamente dificil de explicar... la sensación de volver a botar un balón y notar su tacto, de volver a tirar a canasta -y que te suenen las articulaciones después de tanto tiempo sin hacerlo-, el ruido de las zapatillas en el parquét, el sonido de la red, las pulsaciones altas en un tiro libre, un buen pase, un último dribling... Y cuando te quitan eso... tienes la sensación de que necesitas ver baloncesto, de quedarte hasta las 3 de la madrugada para ver un partido... de buscar partidos épicos por internet...
Y como se dice, todo en la vida sabe mejor si lo compartes con los tuyos, y compartir esta pasión con tus amigos, es de las cosas más gratificantes. Competir juntos, ganar y perder juntos, son algo que te une, te ata muy fuerte. Aprender a depender en parte de tus compañeros, a confiar en ellos, es una lección de la vida que hay que pasar antes o después. Porque el baloncesto es una moneda de dos caras, la sonrisa de cuando disfrutas, cuando te diviertes, cuando compites al límite... y el sudor del esfuerzo, las lágrimas de rabia, y las peores... las de dolor, te acaban uniendo a esto, y eso... eso si que no lo puedo explicar.
¿Cuántas veces habré tirado a canasta en mi vida? ¿10.000?¿100.000?¿o incluso más? Pero da igual, NUNCA habrá un último tiro... y como llevo años diciendo "Meto el penúltimo y nos vamos".