jueves, 19 de marzo de 2009

La chica de los sueños perdidos.




Su piel era blanca, igual que la sábana que jugaba a cubrir su cuerpo sobre esa cama con cabecera de forja que había encontrado meses atrás en una pequeña tienda camino de su casa, y que se había propuesto restaurar ella misma. Casi oxidada, hacía años que alguien la había dejado olvidada y que el polvo y el tiempo se habían ocupado de empezar a envejecerla, hasta que ella la rescató, y no dudo en ponerla a la cabeza de su cama, bien cerquita de sus sueños. Sus sueños, esos que hacía tiempo había perdido a saber en que noche fría, y eso le frustraba.
Hacía años que todas las mañanas eran igual, el sol regateaba entre las cortinas de su cuarto para acariciar sus párpados, y le decía que era hora de enseñar esos grandes ojos azules al mundo; sin embargo, cada mañana era más frustrante que la anterior, el mismo sentimiento le invadía, su corazón le preguntaba dónde estaban sus sueños, no sabía cual era la razón por la que no recordaba nada de lo que había soñado la noche anterior. Yo, al igual que su corazón, también me lo preguntaba. Su cabeza se había propuesto no volver a soñar, dejar perder los sueños por el camino del olvido. Prefería no tener sueños, por no poder cumplirlos. Cuando se cruzó en mi vida, me cautivó, su forma de hacerse de querer, la mirada más cálida de esos dos grandes ojos azules, la sonrisa más dulce, la expresión más tierna, la forma de entendernos con tan apenas unas palabras, la sensación de seguridad de sus abrazos, y la magia de unos labios. Nunca tuve respuesta de el porqué de sus sueños perdidos, es algo que solo estaba en su cabeza. A veces decía que estaba demasiado loca, otras que muy poco cuerda, que sus pensamientos le asaltaban de madrugada y no le dejaban dormir, que se podían ver esos grandes ojos abiertos entre la poca luz que entraba de rebote, proveniente de las farolas que alumbraban su calle, que había muchas lágrimas y pocas sonrisas en su almohada, que ni la luna se veía desde su ventana. Se había prometido desde hace tiempo volver a dibujar, volver a ese parque, a ese banco, solo ella y nadie más, y empezar a dibujar. Según ella, nunca se le habían dado bien las promesas, pero después de esa noche, de verle dormir, de ver como se le seguía escapando alguna que otra sonrisa, no la volví a ver tan de cerca. Ella no sabía que había estado, puede que ni siquiera supiera que me interesaba por su vida, que le veía andar entre la gente, que me aseguraba de que estaba bien, de que empezaba a luchar por lo que quería. Me dijeron que la vieron con un gran blog de dibujo caminando por el parque, y pensándolo bien, quizás no se le dieran tan mal las promesas. Restauró la vieja cabecera, dibujó cientos de bocetos que inundaban su cuarto, sus paredes, volvió a recuperar la sonrisa, y volvió a ser lo que ella quería y no lo que querían los demás, pero nunca sabré si recuperó sus sueños.
Para mí, siempre será la chica de los sueños perdidos, por la que me hubiera perdido yo. Quizás la mala suerte se había cebado con nosotros, si solo estabamos buscando un caminito para continuar, pero supongo que era imposible que una gran luna se enamorara de una pequeña estrella de invierno. Años después, me sigo acordando de ella, me marcó como persona, y me hizo mejorar. La chica de los sueños perdidos había encontrado cientos de mis sueños, y se había colado entre ellos.