sábado, 30 de julio de 2011

Sí.




Tenéis que vivirlo, sí. Confiad en mí. No todos tenemos la suerte de conseguirlo, pero hay que intentarlo. Seréis otros sin dejar de ser los mismos. Y os advierto que os enamoraréis de quien os haga cambiar -a mejor o a peor-. De quien os vuelva otros. De quien eche por tierra todos vuestros principios -o que al menos os haga replantearlos totalmente-, todos vuestros “seguro”, “siempre” y “nunca jamás”. De quien os haga ser diferentes, eso que todos dicen que mola, eso que otros definer hacer sentir 'especial'. De quien os manipule sin dinero o votos de por medio, sin guantes blanco. Si puede ser, sin manos también, y que sea más con actos que con palabras. De quien os deje sin las palabras que siempre creísteis saber usar. Que os deje sin saber expresar lo que un día creíste diseccionar. De ella.

Entonces estaréis como este servidor, intentando expresar algo inexpresable soltando sílabas que forman palabras y líneas borrosas a lo largo de un fondo blanco, separado todo por espacios exactos y signos de puntuación. Algo que ni siquiera sois capaces de abarcar pensando. Qué atrevimiento. Qué error. Cuánto hay que dejar por el camino, qué corto se queda todo el papel. Pero también entonces, comprenderéis que necesitamos contarlo, para intentar entenderlo releyéndolo o para disfrutar hablando de algo que nadie entiende, que siempre me ha dado mucho gusto. Quizás las dos respuestas sean válidas. Pero sólo por ella.

Tenéis que sentirlo. Y luego, hacemos una involución. Sí, qué coño. La de los sentidos, sensibles, sentimentales, sementales, valientes, heroicos, ciegos, afortunados, felices. La de los apolíticos, la de los simples, la de los luchadores, la de los que apuestan todo porque hay una mínima opción de ganar mucho más. La tuya, le diréis. La de los enamorados. Vamos a contarle al mundo entero que sí cambiamos todo por sólo una, que sí hacemos gilipolleces inmensas, que nos da exactamente igual el resto, que ni siquiera nos acordamos de que seguimos compartiendo cuerpo con nosotros cuando estamos con ella. Que vivimos pendientes de una perdida. Y perdidos por quien está pendiente. Que dormimos con el móvil al lado de la almohada y no con un libro. Que si está ella, con ninguno de los dos. Que hacemos lo que nos pida. Que le pedimos que nos haga mucho y bien. Que no somos nada guays. Que no nos chuleamos de lo que no hacemos. Que reconocemos que dependemos, y con mucho gusto, lo reconozco. En definitiva, que nos desvivimos cada día un poco. Para dárselo a ella. Que cada vez somos menos nosotros y más por ella. Y que ni siquiera hace falta que nos haga caso para todo esto. Que no todo es tan bonito como lo pintan, pero que si lo pintáis vosotros, ya merece la pena. Sí, merece la pena.





Feliz cumpleaños, inspiración.

1 comentario:

Nerea dijo...

Sí, es cierto. Es el mayor premio que encontraremos en esta vida :)