miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cada persona, una lección



La vida es un constante aprendizaje. Siempre he pensado que cada persona que pasa por nuestra vida forma parte de lo que vamos siendo. Con mayor intensidad o menor intensidad, o con una influencia más negativa que positiva, o viceversa. El resto de personas, son solo gente, que al fin y al cabo pasan por nuestro lado sin apenas rozarnos.

En lo que respecta a mí, bueno... siempre me he considerado muy cabezota, algo muy típico de la forma de ser maña, y también un poco -o tal vez un mucho- orgulloso. Pero cuando es necesario, doy las gracias a aquellos que me han ayudado a crecer y a avanzar. Como por ejemplo…
Está Á, que me demostró que la distancia no deteriora la amistad, sino que incluso se refuerza. O A, que también me demostró que sigue habiendo personas en el mundo sin maldad, y que muchas veces la excesiva inocencia también es encantadora. O también A, ella me enseñó a encajar las críticas, y a apoyarme en ellas para mejorar. O los tiempos en los que A y yo éramos uña y carne entre lápices de colores, multiplicaciones, divisiones, batas azules y recreos jugando a polis y a cacos. No podría faltar mi madre C, que me enseñó a valorar a las mujeres desde bien pequeño. O los 8 años (y los que quedan) compartidos con D y sobre todo con su humor bonachón, que me hicieron ver que cada vez está más en peligro de extinción en el mundo de hoy. Con él, mi gran amigo E, pasé los peores momentos, fuimos dos pilares inamovibles y siempre consiguió hacerme sonreír, por lo que siempre le estaré agradecido. Mi tío L me animó a seguir estudiando, y me enseñó que la humildad debe ser la variable que acompañe a la búsqueda continua de la sabiduría. L fue la primera en entender mis complejidades, y juntos perdimos la noción del tiempo entre conversaciones que solo nosotros entendíamos, algo que echo de menos. M por su parte, fue y es el mejor ejemplo de que hay que disfrutar de la vida, porque cada día es un regalo, y que detrás de algo malo, siempre viene algo bueno. Mi padre M me trasmitió que no hay nada en esta vida sin esfuerzo, y que la ecuación del éxito viene dada por el trabajo y la constancia. No había conocido a alguien tan parecido a mí hasta que llegó M a mi vida, fue una encantadora casualidad. La gran N me ayudó a querer un poquito más la escritura, me animó a que siguiera escribiendo lo que llevo dentro, y me enseñó el encanto de ser un no-poeta. Con mi hermana N comencé a conocer el sentido de la palabra ‘complicidad’, y me demostró que es posible reír durante media hora y no morir en el intento - o que te salga zumo de naranja por la nariz-. Mi ex-profesor Ó me inculcó que debía confiar en mí mismo, y que era capaz de conseguir lo que me propusiera si mantenía los pies en el suelo y la cabeza sobre los hombros. Desde que O entró en mi vida, tengo una hermana más , con la que tengo una confianza total. R me enseñó que el amor al baloncesto es un tesoro que hay que cuidar. Mi amigo S se fue, pero realmente se quedó para siempre, y me recuerda que no hay que dejar de decir lo que sentimos, aquí y ahora es el momento oportuno. V consiguió -y más de una vez – dejarme sin palabras con su bondad, y sacarme sonrisas los odiosos domingos por la mañana (entre otras muchas cosas), etc…


Son todos los que están, pero no están todos los que son.

3 comentarios:

Vane dijo...

es bueno darse cuenta hoy de quienes nos rodean, de aquellas personas que indudablemente han dejado o dejan una huella en nosotros, por lo leido,grandes personitas han pasado por tu vida :)
gracias a una de ellas ;) por fomentarte en la escritura, otra por "formar" o incentivar la humildad que cuesta pero es un gran valor.
Te mando un fuertisimo abrazo.

Muñeca Pepona dijo...

Somos poetas.
De N, con cariño a J.

LaU dijo...

Me ha encantado don Nube! Y por cierto, la foto no se queda corta :) Prometo al menos, un par de conversaciones más estas Navidades. Besazo for you.